Las nuevas tecnologías entre las que vivimos hoy, como la inteligencia artificial (IA), cómputo en la nube, blockchain y el Internet de las Cosas, están revolucionando al mundo. Pero lo harán a medida que sean ‘entrenadas’ correctamente, sean confiables y aplicadas con eficiencia.
La popularización de la IA ha sido abrazada con emoción, asombro y, en ocasiones, miedo. Algunas voces influyentes incluso han expresado su preocupación sobre el potencial que tiene para ser usada de forma incorrecta, violar la privacidad de datos de las personas o eliminar empleos. Y hay un temor latente de que la IA suplante la inteligencia humana y ponga al hombre bajo su control.
Los avances en la potencia del cómputo moderno, capacidades de almacenamiento, velocidades de red, tecnología de sensores y herramientas analíticas, proporcionan a los profesionales el acceso a enormes cantidades de datos sobre sus puestos de trabajo, sus profesiones y el mundo. La IA está haciendo que esta información sea utilizable, abriendo un potencial sin precedentes para aumentar la capacidad humana y resolver problemas que antes parecían imposibles de resolver.
En todas las profesiones y ocupaciones, la IA extiende el impacto del trabajo humano y el pensamiento para completar la mayoría de los objetivos de negocio. Algunas habilidades ya no serán necesarias, algunas permanecerán sin cambios y otras tendrán que ser repensadas para trabajar a favor de la nueva era.
A esto le llamamos Inteligencia Aumentada. De hecho, en IBM no nos referimos a nuestros sistemas como “inteligencia artificial”, más bien Watson es un sistema cognitivo, diseñado para amplificar la capacidad humana, no para reemplazarla.
Este enfoque es consistente con nuestra historia: en el transcurso de un siglo, IBM ha desarrollado tecnología de forma madura, responsable y confiable. Hemos aprendido que construir confianza requiere transparencia, claridad y arraigo en la ciencia real. Debe guiarse por las normas sociales, el cumplimiento legal y regulatorio, la seguridad y la protección de la privacidad y la información personal. Establecer ese marco es una tarea complicada, que requiere una investigación exhaustiva, una colaboración entre sectores significativa y una discusión multidisciplinaria mediante el intercambio de ideas entre líderes de la industria, responsables políticos, ONG, académicos y expertos en ética.
Con el firme compromiso de impulsar la adopción ética de la IA, desde IBM hemos generado diversos esfuerzos, como:
El establecimiento del IBM Cognitive Ethics Board para discutir, asesorar y guiar el desarrollo ético y el despliegue de los sistemas de IA.
Un plan de capacitaciones interno sobre el desarrollo ético de las tecnologías cognitivas.
La creación del programa de investigación IBM Cognitive Ethics, un programa multidisciplinario para la exploración continua del desarrollo responsable de los sistemas de IA alineados con nuestros valores.
Participación en iniciativas y eventos de distintas industrias, gubernamentales y científicos en torno a la IA y la ética, como los talleres de la Oficina de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca, la Conferencia Internacional Conjunta sobre IA y la conferencia de la Asociación para el Avance de la IA.
Actividades de relacionamiento con un sólido ecosistema de académicos, investigadores, legisladores, ONG y líderes empresariales sobre las implicaciones éticas de la IA.
No hay duda alguna de que la verdadera clave de la tecnología está en apoyar a las personas dándoles la información que necesitan, en el momento en que la necesitan. Eso complementa el trabajo, no lo reemplaza.
Hay un estudio muy interesante que hizo el Centro de Investigaciones Económicas de Londres, dirigido por George Graetz y Guy Michaels, que muestra que entre 1993 y 2007 en Estados Unidos aumentaron el número de robots en uso como una porción del total de horas de trabajo de manufactura en un 237%. Durante el mismo periodo, la economía estadounidense arrojó 2.2 millones de empleos a la industria manufacturera.
Si los robots sustituyeran a los trabajadores humanos, se podría esperar que los países con mayores tasas de inversión en automatización hayan experimentado una mayor pérdida de empleo en sus sectores manufactureros. Por el contrario, según Graetz y Michaels, Alemania despliega tres veces más robots por hora trabajada que Estados Unidos, debido en gran parte a la robusta industria automotriz, que es por mucho la industria más automatizada (con más de 10 veces más robots por año). Por su parte, Suecia tiene 60% más robots por horas trabajadas que Estados Unidos gracias a sus industrias metalúrgicas y químicas altamente técnicas. En ambos países, el aumento del empleo ha sido consistente.
El reporte A Future That Works: Automation, Employment, and Productivity, del McKinsey Global Institute, publicado en 2017, estima que hasta el 15% de la mano de obra futura estará compuesta por nuevos empleos creados como resultado de la IA. Mientras tanto, la mayoría de los trabajos como los conocemos actualmente se transformarán, ya que las tareas se completan por la combinación de humano y máquina. Sólo el 5% de las ocupaciones actuales consisten en tareas que, en teoría, podrían ser totalmente automatizadas por la IA.
La conversación alrededor de la IA y la fuerza de trabajo no debería centrarse en prepararse para millones de desempleados. Más bien debe tratarse de aprovechar al máximo la oportunidad que tenemos ante nosotros, asegurándonos de que los nuevos talentos cuenten con las habilidades y las herramientas que necesitan para cosechar los beneficios de las tecnologías que están revolucionándonos.